miércoles, 26 de noviembre de 2014

Gestión de branding

Hoy, el gran desafío de las organizaciones es que la mayoría cree que la evolución tiene que ir de lo análogico a lo digital, cuando el verdadero desafío es la evolución cultural. No es comprar iPads y subir contenidos a la nube, sino entender que vivimos en un cambio de era. No podemos descubrir mundos nuevos usando mapas viejos, y la mayoría de los directivos gestiona con el management del siglo pasado", dice Andy Stalman, conocido como "Mr. Branding", vía telefónica desde España, donde reside. El experto visitó la Argentina como speaker del evento ‘Gigantes del Branding’, organizado por IE Business School. 
"El impacto empieza en la cabeza y la base de la organización, porque el CEO, que normalmente tiene un perfil bajo y una formación financiera o de ingeniero, tiene el desafío de transformarse en un gran comunicador. No sólo hacia afuera sino, sobre todo, hacia adentro", explica Stalman. En la base, el cambio es que los empleados son la marca, no sólo en el espacio físico, sino también en el universo digital. 
El concepto que desarrolla es "brandoffon", o cómo la brecha entre el mundo off y online se desvanece, lo que lleva a que la estrategia de marca de las organizaciones tenga un marco de actuación conjunto, para que allí se concentren todas las acciones que contribuyen a construir una identidad sólida y memorable. "No hay una industria que pueda quedarse afuera. Es un proceso de doble migración, con players del espacio físico yendo al digital y viceversa", añade Stalman. 
Las organizaciones pueden capitalizar la convivencia de generaciones, con perfiles de entre 40 y 60 años que tienen gestión de management y una visión integradora del negocio, y los más jóvenes, que traen el ecosistema digital de forma natural. "La gente de comunicación tiene que transversalizar la estrategia e interactuar con los distintos departamentos. Hay que generar buen contenido, confianza, consistencia y constancia", completa Stalman.


Marcas del futuro


Por su parte, desde Lima, Marcelo Ghio, consultor en branding y gestión estratégica de la comunicación, desarrolló los conceptos de oxitobrands y biobranding. "La hipótesis de oxitobrands es que si en un mercado de marcas humanizadas le damos entidad con características vinculadas a las actitudes, improntas y gestos, entonces les corren las generales de la ley y relaciones de la persona. Relacionarse con una marca sería equivalente a un diálogo con otra persona", dice. 
Así como las relaciones personales están condicionadas por varios aspectos -incluyendo el bioquímico-, lo mismo se traslada a la relación con las brands. La principal es la oxitocina, la "molécula de la felicidad", que se puede generar a través de un mensaje humano positivo, de felicidad, empatía y afectividad. "Si consigo establecer el vínculo de afectividad y mantengo la fidelidad como consumidor, la marca se vuelve indestructible", asegura Ghio. Para el experto, de acá a 10 años, las marcas van a tener que cumplir con tres de cuatro aspectos: ser verdes, sostenibles, socialmente responsables y comercialmente justas. 
"En las organizaciones, se ve la derogación de las estructuras piramidales. Somos nodos de una red. El futuro es de las pequeñas organizaciones móviles, interactivas, interconectadas y dinámicas. Es el momento de los liderazgos transformadores", anticipa Ghio. Hoy, dice, se usan herramientas del siglo XXI con pensamientos del siglo XX y organizaciones del siglo XIX, por eso las firmas disruptivas se destacan tanto. "Las relaciones son el eje fundamental en la organización. Habrá estructuras empáticas, con liderazgos claros establecidos por una visión transmitida y transferida", concluye.

Via El Cronista

lunes, 3 de noviembre de 2014

¿Cómo se vende la cultura?: una pregunta incómoda

Desde un gran teatro de ópera hasta una cadena de librerías o un museo, las instituciones culturales buscan estrategias de #branding para posicionarse en el mercado.
Hace unas semanas, los diarios de Italia, primero, y de todo el mundo, después, dedicaron varias páginas a una noticia sorprendente. Tras la renuncia de su director Riccardo Muti, la Ópera de Roma había decidido el cese de los 182 integrantes de su orquesta y del coro, algo que en los hechos implicaba la prescindencia de sus cuerpos estables. La noticia importaba porque señalaba una crisis más general de las casas de ópera, estranguladas entre los recortes presupuestarios, el público reducido y los enormes costos de las producciones. Ya lo había dicho Molière en el siglo XVII, el mismo en que, puede acordarse, empezó el género lírico tal como lo conocemos ahora: "De todos los ruidos conocidos por el hombre, la ópera es el más caro".
Es un problema un poco incómodo, porque a nadie le gusta subordinar la realización de obras de Mozart o Richard Strauss al dinero. Pero este problema toca además la posición que una casa de ópera adopta frente al mercado. Invitado por el Centro de Experimentación del Teatro Colón, Miguel Sal, arquitecto argentino radicado hace casi treinta años en Italia y especialista en branding, vino a Buenos Aires a hablar justamente de esa incomodidad, y lo hizo a partir de un conocimiento directo del tema gracias a la tarea de comunicación (lo que incluyó también el diseño de los afiches) que realizó para el Teatro Comunale de Bolonia. ¿Qué es lo que se vende cuando se vende una casa de ópera? "Es fantástico poder teorizar sobre el tema -explica Sal-. Pero, excepto en Alemania y en La Scala de Milán, los problemas presupuestarios son tan dramáticos que es un milagro que alguien pueda dedicarse a hacer comunicación de ópera."
Lo dicho: no hay plata no ya para contratar a alguien que se ocupe de la comunicación, y menos para imprimir afiches, libretos y aun cuerpos estables. "La ópera está muy embebida en el tejido social italiano desde siempre, hay una cultura musical genuina y hay gente que vende un riñón para pagarse un abono. A mí me interesaba que se entendiera que era una institución viva, contemporánea, inteligente, cercana a la gente. Esto se había perdido. Ésos fueron los lineamentos de la estrategia de comunicación. Y la forma que adoptó fueron una serie de afiches muy rara, muy agresiva, que gustó enseguida."
La misma estrategia no sería del todo válida para el Teatro Colón, por ejemplo, en la medida en que tampoco la ópera ocupa en la Argentina la condición de género casi nacional que se verifica en Italia. De todos modos, para Sal no todo está perdido. "La creatividad multiplica el valor de la inversión. Si mejorás el carbón que tenés en el Colón y lo convertís en un diamante, ya está. No hace falta más que eso. La idea es que el prestigio de la institución tiente a los particulares a invertir dinero."
La industria editorial no es ajena al problema del branding en la cultura, es todavía menos ahora, en medio de la pugna entre el libro digital, los grandes grupos, las cadenas de librerías y Amazon. Sal tuvo a su cargo la reformulación de los locales y las marcas de Feltrinelli, en Italia; La Central, en España; Waterstones, en Piccadilly Circus, y, ahora, Barnes&Noble de Nueva York. La diferencia entre todas ellas es grande. Feltrinelli, por ejemplo, factura 500 millones de dólares anuales, mientras que Barnes&Noble factura 4800 millones de dólares anuales. "Pero todos estos -dice Sal- tienen el mismo problema: no quieren resignarse a ser el supermercado de la cultura, que mata a las librerías buenas. Entonces el core business es crear el «concepto» de la librería. Mi objetivo es mantener la dignidad de la librería y proponer otras cosas. Cuando las librerías ven que los libros no se venden lo suficiente, sacan cuatro muebles de libros y ponen cuatro muebles de juguetes. Ésa no es la solución porque sale un Frankenstein. La idea es que haya una homogeneidad en la que los libros sean una parte, pero que todo esté dominado por los libros."
Sal propone en este punto una comparación entre el panettone, el pan dulce con frutas, y el pandoro, el pan dulce sin frutas. "Yo quiero hacer el panettone, pero el tejido sigue siendo el pandoro, los libros. La masa son los libros, y lo demás son frutitas que brillan en contraste con la masa y la masa brilla en contraste con las frutitas. Pero hay que estar listos para que un día esto cambie. Pero si cambia, hay que buscar una vuelta. Tratemos de que si en las grandes cadenas hay que vender otra cosa aparte de los libros que no se venda lavandina. Yo propuse incorporar restaurantes, no cafés. Que haya desayuno con el diario, algo a media mañana, almuerzo, cóctel a la tarde, cena y un trago por la noche si fuera necesario. Si ya es un quilombo mantener una librería y es un quilombo un restaurante, las dos cosas son muy difíciles. Mi idea podría resumirse en que trato de buscar la posibilidad de hacer una poslibrería."
Sal no ignora la mutua resistencia entre cultura y mercado, y no la pasa por alto. De un extremo al otro parece haber todavía una terra incognita: "Es difícil encontrar el punto de intersección. Pero de eso vivo".
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